Hola! :)
Hoy os traigo otra entrada de mitología, más concretamente del Inframundo, un lugar mitológico al cual iban las almas de los muertos.
Si queréis saber más, solo tenéis que seguir leyendo. He intentado explicarlo lo mejor posible, así que espero que lo entendáis todo bien, ya que es bastante interesante ^^
El inframundo griego era el lugar en el que
terminaban las almas (en la mitología griega conocidas como
"sombras") de los difuntos. Era un lugar que estaba situado bajo
tierra a grandísimas profundidades, al que se accedía mediante una inhóspita
caverna. Era un mundo rodeado por ríos de aguas lentas y estancadas: el Estige
(río del odio), el Aqueronte (río de la aflicción), el Lete (río del olvido) y
el Piriflegetonte (río del fuego), y se dividía
en 2 secciones, El Érebo y el Hades (el Infierno).
El Érebo era el lugar de entrada en el que
las sombras esperaban su turno para que Caronte les condujera hacia el Hades
con su barcaza, a través del rio Estige.
El Hades, en cambio, era el lugar en el que
se juzgaba a las sombras por sus actos en vida, y según el resultado del
juicio, se le mandaba a un reino del Hades u a otro.
Entre
estos reinos se incluyen los Prados Asfódelos, los Campos Elíseos, la Morada de
los Muertos (también conocida como la región del Hades) y el Tártaro.
En esta entrada veremos cuál es el trayecto
que seguía un alma hasta ser condenado a uno de estos reinos.
Caronte |
Cuando un cuerpo yacía sin vida y recibía
sepultura* (muy importante recibirla como luego
veremos), el dios Hermes llevaba su sombra a través de las profundidades de la
tierra hasta el inframundo. Una vez allí la sombra avanzaba por los senderos
del Érebo, un lugar frio, oscuro, tenebroso y lleno de niebla por todas partes,
hasta llegar a la orilla del rio Estige, donde aguardaban otras sombras y el
barquero Caronte con su pequeña barcaza, cuya función era la de conducir a las
almas a través del rio hasta el Hades. Pero no era tan simple como eso; Caronte
no dejaba pasar ni a los vivos ni a los muertos sin sepultura (de ahí la
importancia de haberla recibido) y además exigía a las almas pagar el tributo
de un óbolo (moneda de plata que se colocaba en la boca o en los ojos del cadáver enterrado).
De modo que si el alma no había recibido sepultura, Caronte no accedía a
llevarle y quedaba atrapada en la orilla, sin poder acceder al Hades y vagando
por el Érebo para toda la eternidad; mientras que si el problema era que el
alma no podía realizar el pago del óbolo, ésta se quedaba vagando por la rivera
del rio durante 100 años, tiempo en el cual Caronte accedía a portearlos sin
cobrar.
Una vez cumplidos los requisitos, los espíritus
guiados por Caronte eran conducidos a través del rio Estige, un rio ancho de
aguas muy turbias y turbulentas en el que de vez en cuando se podían ver
sombras que no cumplían las peticiones de Caronte, nadando en ellas. Tras la
larga travesía, por fin se llegaba al otro lado del caudal, en el que se
encontraban las grandes y robustas puertas del Hades, las cuales estaban
custodiadas por Cerbero, un gigantesco, fiero y temible perro guardián de 3
cabezas, el cual aniquilaba a cualquier ser vivo que osara acercarse a las
puertas, pero que en cambio, dejaba pasar a todas las sombras. Una vez que la
sombra entraba por las puertas del Hades éstas se cerraban de nuevo, impidiendo
que nadie entrara ni saliera.
La sombra avanzaba por el Hades hasta llegar
al Palacio del dios Hades, justo al lado del palacio de justicia, donde se
esperaba el juicio sobre su vida pasada. Un tribunal formado por 3 jueces,
Minos, Radamantis y Éaco, elegidos por su gran sabiduría y por la vida ejemplar
que habían llevado, sometía a los espíritus recién llegados a un juicio de los
actos que habían realizado en vida y según el veredicto final, los espíritus
eran llevados a una de los siguientes reinos.
Si el alma no era condenada ni como
bondadosa ni como malvada, era conducida al reino de los Prados Asfódelos. Aquí
acababan la mayoría de las almas, pálidos reflejos de los vivos que fueron, que
bebían agua del río Lete antes de entrar a los campos, perdiendo así sus identidades
y se alimentaban de flores Asfódelas, que era la comida favorita de los muertos.
Este reino era una llanura fantasmal, un lugar mucho más precario que la vida
en la Tierra, y estaba sumida eternamente en un constante crepúsculo. Se
consideraba una tierra neutral en el que sus habitantes no eran ni buenos ni
malos y se pasaban hasta la eternidad dando vueltas sin un objetivo.
Campos Elíseos |
Si en el juicio el alma era considerada como
bondadosa, la mandaban a los Campos Elíseos, a través del río Aqueronte. Era un
lugar apacible, de praderas libres de pecado, maldad y deseos terrenales. Un
lugar de paz donde no se conocía la muerte y los espíritus vivían felices. No existía
la noche, los cielos eran completamente azules; había árboles, pájaros que
cantaban continuamente y brillaba el sol con gran fuerza. Los privilegiados que
podían llegar a este reino tenían incluso el privilegio de volver a la tierra
de nuevo, pero debido a lo felices que eran allí pocos decidían volver. Este
reino era reservado solo para una gran minoría, grandes héroes o mortales que
hicieron grandes proezas.
Si por el contrario, el espíritu era
considerado malvado, era enviado a la región del Tártaro, al cual se accedía a través
del rio Piriflegetonte, un profundo abismo en el que reinaba una noche eterna y
el cual era usado como una mazmorra de sufrimiento y una prisión para los que
han cometido los más graves pecados y los actos más atroces. De su interior se podían
oír los gritos y llantos de angustia que resonaban sin cesar. Estaba rodeada de
gruesas y altas murallas y se accedía a través de una robusta puerta de bronce
que se abría únicamente por dentro, para evitar así que nadie se escapara y
solamente recibir a las nuevas almas atormentadas. Fue lugar de prisión para
los grandes Titanes que se rebelaron contra Zeus.
Tártaro |
Sin embargo, también había otro reino que se
consideraba del inframundo, pero el cual no se encontraba allí. Dicho reino era
el de las Islas de los Bienaventurados. Era el lugar donde las almas virtuosas
gozaban de un reposo perfecto después de su muerte, equivalente al Paraíso de
otras culturas. Se les atribuía una realidad espacial concreta y una ubicación,
aunque de muy difícil acceso, en el océano Atlántico, unas islas las cuales
actualmente las conocemos como Macaronesia (islas Azores, Madeira, islas
Salvajes, islas Canarias y Cabo Verde).
* la sepultura consistía en una serie de rituales y ceremonias que se les realizaba a los difuntos para poder enterrarlos.
¿Qué os ha parecido este lugar? Mucho lío para llegar ¿no? xD
¡Hola! Me es difícil no sentir fascinación por la Mitología, me la paso leyendo éste tipo de artículos en internet. Buen post ¡Saludos!
ResponderEliminarPD: Soy de la Iniciativa Blogs Asociados, ya te sigo :)